Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Héctor Yunes Landa, Pepe Yunes Zorrilla y Carla Guadalupe Enríquez Merlín
El verdadero valor consiste en hacer, sin testigos, lo que uno sería capaz de hacer ante todo el mundo. (Francois de La Rochefoucauld).
Hace ya algunos meses empezamos a hablar en esta columna del contraste entre los datos que ofrecen las encuestas a candidatos, cuando veo el resultado de las elecciones primarias estadounidenses, no dejan de sorprenderme dos cosas. Primero, que ningún candidato medio, experto, analista o politólogo haya presagiado el éxito de la campaña demócrata de Bernie Sanders, o de la republicana de Donald Trump. Segundo, que los propios partidos políticos hayan estado tan desconectados de las evidentes frustraciones y enojos que ahora manifiesta el electorado. Estando en la recta final del proceso, unos y otros siguen dando palos de ciego tratando de entender qué pasa.
Me pregunto si en México estamos viviendo un fenómeno análogo. Gobierno y partidos políticos parecen poco enterados del hartazgo de la población sobre temas de corrupción, impunidad, abuso de poder e inseguridad.
Algunos gobiernos siguen pensando que basta con solo controlar a los medios de información para que terribles acontecimientos cotidianos no impacten lo político. Parecen creer que un poco de maquillaje arregla todo. Los medios se mueven con cautela tratando de hablar de lo que pasa, para que no se diga que lo omiten, pero cuidando no hacerlo la noticia del día. Se acercan a una frontera delicada que separa la percepción de una realidad delicada, de un mundo ficticio en el cual lo malo es marginal.
El Estado mexicano no puede volverse comparsa de ex gobernadores que devastaron a su estado. Al hacer esto, contradicen los pretextos que dan para no ir tras de los funcionarios corruptos, esgrimiendo la debilidad de la legislación mexicana que vuelve difícil armar casos judiciales contra éstos. La clase política mexicana no está midiendo bien el nivel del hartazgo de la población.
En Veracruz, el candidato a la gubernatura del estado por la coalición “Para mejorar Veracruz”, Héctor Yunes Landa reiteró que cuando sea gobernador implementará una administración honesta que combata la corrupción. Y expuso que a diferencia de otros en ésta contienda, él no tiene nada que esconder, y no cuenta con pasados vergonzosos.
“Lo digo y lo sostengo”. Yo estoy limpio y puedo mirar a los ojos. Necesitamos darle a Veracruz otra H, la de la honradez. Porque para mí ser honrado no es sólo un escudo para luchar en contra, es una convicción. Llegó a la mitad de la campaña por la gubernatura, escuchando a sus paisanos y constatando las fortalezas y las dolencias de Veracruz y de los veracruzanos. “Soy derecho y de palabra”. Soy congruente en mi vida y así lo demuestra mi forma de vivir.
Continuando sobre el tema, y como aquí le he comentado el Senado no puede arrastrar los pies ante una Ley Anticorrupción, después de que 634 mil mexicanos firmaron exigiendo que la Ley 3 de 3 sea considerada. El procedimiento para presentar esta petición fue ejemplo de participación ciudadana y cultura cívica.
¿Acaso este gobierno solo entiende marchas y violencia?
Después de dos administraciones panistas, un argumento por el cual muchos votantes optaron por el PRI, se debe a su mejor manejo político. Hoy éste ha brillado por su ausencia.
Corrupción e impunidad se reflejan en baja inversión, poco crecimiento, más pobreza, más desigualdad, más violencia.
A un mes de elecciones 2016 en doce estados, y a dos años de 2018, es imposible pronosticar cómo se reflejará el creciente hartazgo de la población en las urnas. Por lo pronto, sabemos que, en el mejor de los casos el estancamiento económico internacional no ayudará a que lleguemos a ese momento en un entorno de alto crecimiento. El PRI, se está confiando al pensar que les bastará con el voto duro (más el Partido Verde y Nueva Alianza) para quedarse con las gubernaturas y en los Pinos. Si persisten en la misma negación de la realidad, se podrían llevar una sorpresa similar al constatar que, como en Estados Unidos, las dinámicas electorales ya cambiaron.
En otro orden de ideas el Presidente Enrique Peña Nieto y el secretario de Hacienda Luis Videgaray merecen un gran reconocimiento de la comunidad financiera del país por la promulgación que se hizo de la ley que disciplinará a los estados y municipios para conducir sus finanzas públicas con responsabilidad y para limitar su endeudamiento. Costó un gran trabajo sacarla adelante, pero se logró. Son varias las aristas positivas que tienen esta ley, pero al menos hay dos sumamente destacables. La primera es que a partir de ahora la contratación de deuda estatal requerirá de una aprobación por una mayoría de dos terceras partes de los congresos locales, lo que en el contexto de pluralidad democrática que vive el país elevará el nivel de exigencia de parte de la oposición en cada entidad.
Cada peso de deuda adicional deberá tener un destino justificado. En segundo lugar, y quizá más importante, es que la contratación de deuda de las entidades federativas requerirá el aval de la federación.
Este es el punto central de esta ley, porque devuelve al Gobierno Federal una facultad clave: revisar que los proyectos estatales sean sustentables financieramente.
La nueva ley obligará a que las finanzas estatales estén en equilibrio: y tiene un sistema de alertas que encenderá
focos y limitará la contratación de más deuda. Además, obliga a los estados a poner a los bancos a competir, reduciendo costos financieros. Espero que esta ley, a algunos gobernadores, no los vaya a poner de malas.