FRANCISCO CABRAL
Con solidaridad y respeto a Pepe Yunes Zorrilla y Juan Antonio Nemi Dib
“La primera vez que tú me engañes la culpa será tuya. La segunda ya será mía” (Proverbio Árabe).
Hay libros que uno busca y otros libros que te encuentran a ti. The Road to Character, de David Brooks, editorialista del New York Times, cabe para mí, en el Segundo cajón: un libro gordo de la tapa naranja que me instó a ser comprado y que, una vez empezado, no pude dejar de leer (y de recomendar a todo el que se cruzaba por mi camino).
El texto arranca distinguiendo entre dos tipos de virtudes: las que ponemos en nuestro curriculum y las que el encargado o encargada de hacer nuestro homenaje póstumo, incluiría en este. Las virtudes de uno y otro tipo suelen ser muy distintas entre sí, por más que pueda darse cierto traslape entre ambas.
Así, por ejemplo, en una eulogía-neologismo, aclaro suelen mencionarse atributos del difunto tales como la empatía, la humildad, la generosidad y la reciedumbre moral, mismos que no suelen incluirse en un curriculum.
Algo similar ocurre con la lista de logros-premios, empresas, proyectos, publicaciones, que se citan en la hoja de la vida, pero que quedarían un tanto fuera de lugar en una eulogía.
En The Road to Character, Brooks concentra su atención en el segundo grupo de virtudes, aquellas con las que convivimos en nuestro fuero interno y por las que habremos de ser recordados. Conviene pensar, escribir y hablar sobre ellas, dice Brooks, pues en estos tiempos, las traemos muy olvidadas y ello ha venido haciendo de nuestras vidas y nuestro mundo lugares crecientemente estrechos, rudos e inhabitables.
Hoy y desde hace ya varias décadas, las virtudes íntimas (esas que cultivan a diario, más allá de la mirada de los otros, y de las que depende que tan en paz vive y muere uno) atraviesan por uno de sus peores momentos.
En el fondo y a pesar de la poca atención que les prestamos en estos tiempos de egoísmo sin tapujos y de persecución incansable de gratificación inmediata, sin embargo, la presencia o ausencia de virtudes tales como el auto-control, la mesura, la generosidad, la honestidad, el temple y la rectitud moral terminan impactando de forma determinante la vida de las personas.
Importan esos atributos del fuero interno también en el mundo de afuera, pues como tan bien apuntó Juan Pardinas en la que citó este libro, la reputación de una persona es el producto de los dos tipos de virtudes de las que habla Brooks; las de curriculum y las de la eulogía.
Ocurre así que, cuando alguien nos pregunta su opinión sobre alguna persona o cuando pensamos en una figura pública, inevitablemente se “cuelan en nuestra apreciación atributos distintos a los consignados o consignables en su curriculum. Esos rasgos de carácter influyen muchísimo en la reputación de los sujetos y terminan siendo fundamentales para cosas claves tales como: confiar en un político o no hacerlo.
Por todo lo anterior, y porque habla de virtudes tan olvidadas y tan necesarias en éstas épocas de tanto faroleo, conviene mucho leer el libro de Brooks.
Cambiando de tema 2016, la antesala de 2018. Por el número de cargos en juego, el tamaño de la lista nominal y la magnitud de las economías de los estados que participarán, las elecciones de 2016 serán las más relevantes previo a la de 2018.
En el proceso electoral que arrancará en algunas semanas, tendrá en disputa 12 gubernaturas y más de 1,174 cargos en 13 estados. Además podrá participar el 31 por ciento de la lista nominal del país. En suma, las doce entidades que renovarán todos sus cargos de elección popular representan el 32 por ciento de la población del país y el 25 por ciento de la economía nacional.
La contienda electoral tendrá como protagonistas al PRI, que gobierna nueve de las 12 entidades por un lado; y al PRD y al PAN partidos que encabezaron las coaliciones ganadoras en tres de las 12 entidades, por el otro. Como en muchas de las elecciones precedentes, la alianza PAN-PRD buscaría hacer frente al tricolor partido que ha detentado la gubernatura de todos los estados desde el año 2000 en al menos una ocasión.
Los estados más atractivos para los partidos en las elecciones 2016 serán Veracruz y Puebla. Veracruz es el tercer estado con la lista nominal más numerosa del país (6.7 por ciento del total nacional), y el quinto con mayor PIB estatal (5.2 por ciento del total nacional).
Cabe destacar que el estado de Veracruz y cuatro estados más nunca han celebrado alternancia en la gubernatura de sus estados.
Sin duda la promesa de perseguir a gobernadores y alcaldes corruptos seguramente será la bandera de campaña para aquellos candidatos que busquen ser electos en el 2016 y 2017.
Y lo que definirá quién será el siguiente presidente o presidenta de México serán aquellos candidatos o candidatas que prometen no solo combatir la corrupción, sino denunciar e investigar al gobernante saliente y su equipo. Sobre todo no permitir una vez más la impunidad para los corruptos.
Las candidaturas independientes, bien reglamentadas, no sustituyen ni desplazan a los partidos políticos. Los partidos son y seguirán siendo instituciones fundamentales de nuestra democracia. Los independientes, sin embargo, le inyectan mayor competencia al sistema electoral monopolizado por los partidos.
El presidente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones se ha convertido en uno de los personajes clave para el presidente de la república.
El lugar que hoy ocupa el político nacido en Villa Juárez en su estado natal, Sonora en el proyecto peñista de recuperación de estabilidad nacional y de conducción política de ninguna manera es algo casual o gratuito.
Político de comprobada capacidad de convocatoria y de dotes negociadores y conciliadores, excelente operador político. Heredero de la información política que acumuló Fernando Gutiérrez Barrios durante todos los años que estuvo a cargo de los puestos clave de los sistemas de seguridad e inteligencia del país.
Manlio es un innovador nato, hoy, sin duda alguna, después del Ejecutivo Federal, es el político mejor informado de México.
La gran virtud de Beltrones es que siempre ha sabido manejar su poderoso sistema de información con institucionalidad.
Y recordemos la confianza se pierde rápidamente para las personas, las empresas, las instituciones, los gobiernos. Recuperarla es complejo, incierto y tardado.
En este mundo cada vez más abierto e interactivo, la confianza es no solo un valor sino que es un activo.
Construirla es largo y complejo. Y en contraste, se derrumba en momentos.
No es fácil asumir esta asimetría y con frecuencia, no creer que la confianza se pueda venir para abajo, es causa de que al final eso ocurra. ¿Justo? No lo sé. Pero es un hecho real que más nos vale que entendamos.