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Un grito desesperado

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Francisco Cabral Bravo

Con solidaridad y respeto a Héctor Yunes Landa, Pepe Yunes Zorrilla y Américo Zúñiga Martínez
Más y más se está vinculado el incremento de la violencia y fracaso de la lucha en contra del crimen organizado con el uso de las Fuerzas Armadas. De hecho, la participación del Ejército mexicano en la lucha del crimen organizado en los últimos años ha impactado en la confianza que tiene el pueblo en sus soldados.

La encuesta publicada en agosto del 2015 por Parametría refleja esta caída de confianza de una de las instituciones que era una de las más respetadas del país: “Actualmente, seis de cada diez mexicanos (60 por ciento) dijeron tener mucha o algo de confianza en el Ejército”, este es de los porcentajes más bajos registrados desde 2008.

El porcentaje de desconfianza en dicha institución se ha incrementado desde 2012, ese año el 23 por ciento dijo tener “poca” o “nada” de desconfianza en el Ejército, actualmente el 39 por ciento así lo afirma, es decir, el porcentaje de desconfianza aumentó 16 por ciento en tres años.

Impactando más en la credibilidad de las Fuerza Armadas es la acumulación durante los últimos ocho años de alrededor de 150 recomendaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH). En el caso de la Sedena, ha recibido 119 de las 145 recomendaciones del organismo de derechos humanos, mientras que la Secretaría de Marina ha acumulado 31 recomendaciones. El grado de cumplimiento de dichas recomendaciones hechas por la CNDH es menor a la mitad de las investigaciones y dicho porcentaje se ha cumplimentado a medias, ya que el 40 por ciento de las recomendaciones se encuentra es estatus de “cumplimiento parcial o insatisfactorio”.

Ante esta realidad, el relator de la ONU sobre ejecuciones extrajudiciales Christof Heyns, con base a su Reporte Especial sobre Ejecuciones Extrajudiciales, Sumarias y Arbitrarias presentado en el Consejo de Derechos Humanos en la Asamblea General de 2014, dijo que tras su visita a México, obtuvo datos que le indican que la presencia de militares en tareas de seguridad pública representa un riesgo para los ciudadanos porque fomenta violaciones a los derechos humanos, Heyns señaló que, por esa razón es “urgente” que las autoridades mexicanas cambien su estrategia de combate a la delincuencia y comiencen a retirar al Ejército y a la Marina de esas labores.

El relator agregó que los abusos contra ciudadanos de parte de fuerzas de seguridad siguen ocurriendo “en un alto índice” y esta situación es alentada porque las violaciones y otros crímenes que se comenten quedan impunes.

Información proporcionada recientemente por Sedena señala que el Ejército Mexicano mantiene un promedio mensual de 90 mil 580 efectivos para patrullajes terrestres y aéreos en todo el país.

La Fuerzas Armadas están en una verdadera encrucijada, porque ante estas enormes críticas hay un serio cuestionamiento si los parámetros jurídicos protegen las actividades que ejercen en la lucha en contra del crimen organizado. Y hasta la fecha los legisladores no han querido legislar sobre esta materia, dejándolos literalmente en un limbo jurídico que podrá tener graves consecuencias para la institución y sus mandos en el futuro.

La semana pasada, senadores exigieron que se mandaran soldados a Veracruz.

Para proteger jurídicamente la credibilidad de las Fuerzas Armadas, urge una estrategia transparente para definir cuando debe de hacerse uso en la lucha en contra del crimen organizado.

En otro orden de ideas repentinamente parece ponerse el reflector sobre el tema de la desigualdad. Es una discusión relevante.

Quisiera enfatizar algunos puntos que provienen más de mi sentido común que de ser un experto en el tema. Aunque creo, también, que hay pocas voces realmente calificadas y enormes diferencias de opinión.

Se tiende a cometer un error importante cuando se habla de los más “ricos” en cualquier país como si se tratara de un grupo homogéneo. Se dice de qué porcentaje del ingreso nacional está en manos del uno por ciento más rico, por ejemplo, como si se tratara de una suma de cero.

No lo es. Abundan los casos de “ricos” capaces de generar riqueza nueva, a partir de inversiones exitosas, de desarrollo y adopción de tecnología de punta; de incrementos reales en la productividad. A veces se habla del rico como si éste lo pudiera ser sólo a partir de haber quitado su dinero al pobre.

Me parece que se pone demasiado énfasis sobre la desigualdad y demasiado poco sobre la pobreza. En mi opinión, el gran reto es cómo emparejar el terreno para cerrar la brecha entre las oportunidades que disfruta la parte más acomodada de la población y aquellas de las que carecen los más necesitados.
Emparejar el terreno por completo es imposible.

Aún con educación pública de alta calidad, acceso a salud, transporte público, salarios dignos, etcétera, es enorme la ventaja que tienen jóvenes cuyos padres han tenido educación y recursos, que tienen “role models” y un entorno propicio. Aún haciendo las cosas muy bien, tomaría generaciones cerrarla en forma aceptable; y ni remotamente las hacemos bien.

Si esta fuera una carrera, querríamos que todos puedan arrancar del mismo punto. William Easterly, experto en el tema, dice que la pobreza se debe a “el poder desenfrenado del Estado contra gente sin recursos y sin derechos”. En México, y en muchos otros países, hay además un fuerte sesgo racial.

Estado y sociedad imponen limitaciones al desarrollo de regiones y de parte importante de la población por su pigmentación u origen étnico. El Estado no ha provisto condiciones básicas para fomentar movilidad social en México.

Es sistema de educación pública es paupérrimo y el corporativismo en los sistemas de asistencia social crea más dependencia que progreso. Pero, hay otra condición que explica la desigualdad en la sociedad mexicana. Sí importa preguntarnos cómo hicieron su fortuna los más aventajados. La desigualdad siempre ha existido.

En unos casos, se ha hecho más pronunciada en un sistema económico crecientemente capaz de generar a grandes ganadores, dada la revolución tecnológica que vivimos. En otros, parece que adquirirá una condición perenne, no producto del talento de quienes más tienen, sino de su indiferencia.


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