Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Héctor Yunes Landa, Pepe Yunes Zorrilla y Rafael Grajales Sansores
Para quienes dudan de la importancia que el Turismo Religioso tiene en la industria de los viajes, tendrían que ver que varias de las temporadas altas que se dan en esta actividad económica están determinadas precisamente por sucesos ligados a la fe. Y no solamente en fechas tan significativas como la de Semana Santa, durante la cual tuvieron origen en los principales símbolos del cristianismo, por cuya celebración un gobierno laico como el mexicano determinó conceder dos días oficiales de asueto: jueves y viernes, debido a que la sociedad mexicana es mayoritariamente cristiana, sobre todo católica, a pesar del terreno que ha perdido en las últimas décadas frente a otros cultos.
A finales del siglo XIX, más del 99 por ciento de la población nacional era católica, en tanto que hoy, datos del INEGI del Censo de Población nos revela que existe un panorama muy plural, con decenas de creencias distintas, donde se incluye que el quince por ciento afirma no profesar ninguna religión.
Por lo que se ve, la batalla principal por retener o ganar adeptos se da dentro de quienes creen en Jesucristo como Dios, aunque la Iglesia Católica se ha visto mermada por otras denominaciones cristianas como protestantes, Testigos de Jehová, evangélicos, pentecostales y cristianos, seguidos de Adventistas del Séptimo Día, Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones), Iglesia de la Piedra Angular y judíos. No obstante, el INEGI precisa que también ha ganado adeptos “expresiones de origen más reciente”.
Así tenemos que de una población total de 112 millones, en números redondos en México existen 93 millones de católicos; 821 mil protestantes; un millón 782 mil pentecostales; cinco millones 783 mil cristianos y evangélicos; 2 millones 539 mil bíblicos diferentes a los evangélicos; 68 mil judíos; 4 mil islámicos y 19 mil con alguna otra creencia de origen oriental, entre otros.
Los que no procesan ningún credo suman cinco millones.
Y, aunque cada uno de ellos tiene sus propias fiestas y celebraciones, las únicas que impactan a toda la población en sus tradiciones son las cristianas: Navidad, Día de los Reyes Magos (juguetes para los niños y la rosca con muñequitos escondidos) el cual da pie para celebrar el Día de la Candelaria (tamales y refrescos), Cuaresma (con el Miércoles de Ceniza y la vigilia de carne), a la que anteceden los carnavales: Semana Santa Y Pascua (con famosas representaciones del martirio, muerte y resurrección de Jesucristo, como la de Iztapalapa en la ciudad de México, y la de Taxco, Gro., además de Morelia, Oaxaca, Naolinco, Ver., San Luis Potosí, entre muchas otras; el Corpus Christi (Día de las mulas y día de los Manueles), y, como no es mi intención hacer una lista precisa, hasta terminar con la celebración del Día de Muertos (gran fiesta sincrética con creencias prehispánicas) y, obvio el Día de la Virgen de Guadalupe, cuyo santuario es el más visitado de todos los que hay en el mundo, recientemente contó con la visita del líder de la Iglesia Católica Jorge Bergoglio, el Papa Francisco, el cual dio un mensaje a los mexicanos: “Vine a México a vivir la riqueza de la fe”; Déjenme un ratito con la Virgen de Guadalupe, Renovar la fe, es hacerla callejera y “Quiero ser en México instrumento de paz”, fueron algunas de las frases que expresó. La Basílica de Guadalupe, en la ciudad de México, es la más visitada incluyendo a la Basílica de san Pedro en el Vaticano.
A todas estas fechas podemos agregar los cientos o miles de fiestas patronales, tanto de vírgenes como de santos y santas que se diseminan en cada unos de los pueblos del país o, incluso hasta por rancherías, sectores y barrios en las grandes ciudades.
Tal vez uno de los casos más peculiares sea el del Niñopa, en la delegación Xochimilco, que es la imagen de un Niño Dios que no vive en ninguna Iglesia, sino en los cuartos o departamentos que cada año le construye el Mayordomo en turno, mismo que tiene que anotarse en una lista y esperar hasta varias décadas para que le toque ser el anfitrión del niño.
Muchas de estas fiestas y conmemoraciones cumplen, más allá de lo religioso, con la atávica función de redistribuir la riqueza en un ámbito local, zona de influencia que se extiende dependiendo de la importancia de la celebración.
Y, un punto importante, todas o la mayoría provocan el desplazamiento de personas ya sea en recorridos cortos o largos, es decir: genera turismo, con su consecuente derrama de dinero, impactando en las economías locales y la nacional.
Según la Secretaria de Turismo a cargo de Enrique de la Madrid, el principal periodo vacacional que recuerdan los mexicanos es el de verano, seguido de la Semana Santa, que da la oportunidad de viajar a millones de compatriotas. Claro que la mayoría no irá a rezar, pero por ejemplo, San Luis Potosí recibió a 300 mil viajeros, Michoacán 610 mil e Iztapalapa a más de un millón de visitantes. Y ya no hablemos de lo que se registra en los destinos de playa y balnearios.
Sí, todos de alguna u otra forma, practicamos el Turismo Religioso a lo largo de todo el año, en nuestra vida.