Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Héctor Yunes Landa, Erika Ayala Ríos, Gladys Merlín Castro y Astrid Elías Mansur. Hay días que celebran diferentes conmemoraciones, dudo de la utilidad de estos días conmemorativos. Sin embargo, cumplen un pequeño propósito: ponen en el radar algunos temas, aunque sea en forma temporal.
El 8 de marzo, se conmemoró el Día Internacional de la Mujer, debemos reconocer el esfuerzo de todas aquellas mujeres que desde cualquier trinchera y territorio han superado innumerables barreras y que por medio del trabajo diario y constante han salido adelante por el bien de sus familias.
En este espacio quiero destacar a las mujeres mexicanas que habitan en Estados Unidos. Muchas de ellas ya nacieron en el país vecino, pero son descendientes de hombres y mujeres mexicanas que, buscando un mejor futuro, llegaron a este país.
Actualmente habitan en Estados Unidos 16.9 millones de mujeres de origen mexicano, de las cuales 68% nacieron en aquel país y 32% en México. Como cada año, nos llenamos de estadísticas que muestran que en prácticamente todos los ámbitos hay desigualdad de género. En el reporte Women at Work: Trends 2016, la Organización Mundial del trabajo analiza datos de 178 países y concluye que la desigualdad entre hombres y mujeres sigue existiendo en prácticamente todo el espectro del mercado laboral.
Algunos números. En el mundo, 38 por ciento de las mujeres y 36 por ciento de los hombres no contribuyen a ningún esquema de seguridad social. Hoy en día hay en el mundo 200 millones de mujeres mayores de 65 años que no reciben ninguna pensión ni esquema de seguridad social.
En los últimos 15 años, se ha observado que es cada vez menor el porcentaje de mujeres mexicanas casadas en Estados Unidos y, sin embargo, ha aumentado la proporción de mujeres que son jefas de familia.
A través de la migración de la mujer ha encontrado no solamente una mejoría en sus condiciones económicas sino una especie de “liberación” que las lleva a conducir, en mayor medida que en México, sus hogares. La población de mujeres de origen mexicano en Estados Unidos es importante, pues 9.95 millones se encuentran en edad de trabajar.
De esta población, 4 de cada 10 es jefa de hogar. En términos laborales, 56% de estas mujeres se encuentran empleadas, 38.9% no se encuentra fuera de la fuerza laboral (es decir se dedican a otras actividades y no están en busca de trabajo) y sólo 5% se encuentra desempleada. Otro dato relevante para las mujeres de origen mexicano en Estados Unidos es que 50% de ellas ha adquirido una vivienda propia o se encuentra en proceso de adquirirla. De las mujeres entre 18 y 64 años, en términos de ingreso anual por hogar, sólo 11% habita en un hogar con ingresos menores a los 15 mil dólares anuales.
18% lo hace en un hogar entre 15 y 30 mil dólares, mientras que 71% restante habita en un hogar que obtiene ingresos al año mayores a los 30 mil dólares. En general, las mujeres realizan dos veces y medio más trabajo en el hogar que los hombres, aunque de forma más acentuada en los países en vías de desarrollo.
La proporción de mujeres que recibe una pensión es 10.6 puntos porcentuales menor que la de los hombres, aunque las mujeres viven cinco años más en promedio. En México las mujeres tienen 78 años de esperanza de vida y los hombres 73. Para terminar con el perfil sociodemográfico de las mujeres en Estados Unidos debemos hablar de los estudios y las ocupaciones laborales en las que se desempeñan. El 97% terminó en noveno grado y se graduó de High School. De esta forma se puede observar que las nuevas generaciones de mexicanas obtienen una mejor educación.
Pero no olvidemos que esto sucede porque tuvieron madres y padres que los apoyaron para salir adelante, y un sistema educativo y social que ha incentivado su avance.
Existe un rezago de siglos, un rezago histórico, en la forma en la que las mujeres participan en el mercado laboral. Pero los avances en las últimas décadas han sido sustanciales. Las actividades a las que se podrían haber dedicado mis abuelas, son sustancialmente diferentes a las actuales. Hoy el objetivo es impulsar la lucha por la igualdad inherente a la democracia, a fin de erradicar violencia y discriminación de género.
Para cerrar la brecha de la desigualdad, la ONU estableció acciones afirmativas para tutelar derechos de grupos vulnerables. Surgieron así las cuotas para diversas minorías. El feminismo retomó este mecanismo para garantizar espacios de participación política e inclusión social. Las cuotas son medidas compensatorias temporales que buscan generar una cultura de igualdad y no discriminación. En México el mecanismo se introdujo en 1994 en la ley electoral para un 30 por ciento a un género de las candidaturas plurinominales de los partidos. Muchos partidos mandaron a las mujeres a los últimos lugares de las listas. Después la cuota se amplió a 40 por ciento y a todas las candidaturas, tanto plurinominales, como uninominales.
Las reformas políticas crearon tribunales electorales para dirimir conflictos entre partidos o al interior de los mismos apegados a criterios de legalidad. Las mujeres impugnaron la simulación. La sentencia del TEPJF estableció propietario y suplente deberían ser del mismo género, las listas deberían alternar uno a uno, y tuteló derechos políticos de las mujeres. La reforma política de Peña Nieto introdujo un nuevo avance, el criterio de paridad que ya ONU Mujeres impulsa, 50-50 para 2030.
Las mujeres representan más de la mitad de la población. No podemos pensar en un país que crezca, en todos los sentidos, sin incluir a las mujeres.
No pretendo que haya desigualdad de género, doy por hecho que no la hay. Pero sí quiero igualdad de oportunidades. La paridad no es una cuota, es un mecanismo para acelerar la inclusión de las mujeres y dar vigencia a sus derechos humanos.