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Los políticos, siempre los políticos

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Francisco Cabral Bravo

Con solidaridad y respeto a Héctor Yunes Landa, Pepe Yunes Zorrilla y Américo Zúñiga Martínez
En política no cabe el arrepentimiento, uno se equivoca o acierta, no cabe arrepentirse (Santiago Carrillo).

¿Ya leyó usted el libro de Michael Lewis The Big Short o vio acaso la película que fué titulada en español como “La Gran Apuesta”?

Yo sólo he podido leer el libro, así que ignoro en qué medida lo que el contiene se haya reflejado en la pantalla.

Cuando uno termina de leerlo, no puede sino preguntarse: ¿cómo fue posible que la irracionalidad llegara a los niveles que llegó?

No le cuento la trama para no echarle a perder su lectura o su visita a la sala del cine. Lo que sí puedo comentar es que un principio escencial para la democracia es la igualdad de los ciudadanos frente a la ley sin prerrogativas ni privilegios.

¿Cómo vamos en este libro? La agenda legislativa que deberán resolver en este periodo las distintas fuerzas políticas contiene asuntos relevantes y de gran impacto para millones de mexicanos.

Los legisladores, como poder alterno, a los ejecutivos en todos los niveles deben ser garantes de esa igualdad, porque si bien en la letra somos iguales, frente a la ley en la realidad cotidiana no sucede así.

Si un político contrae niveles de endeudamiento por encima de las posibilidades de su municipio, entidad o nación, dichos montos serán parte de los renglones a presumir en su publicidad e informes, todo ello con cargo al trabajo presente y futuro de los ciudadanos.

Una vez terminado su endeudado periodo, éste político se retirará y su herencia será un pasivo generacional con un enorme déficit en transparencia y rendición de cuentas.

Así, el que endeuda generacionalmente a miles y miles de ciudadanos, quedándose frecuentemente con una parte de esa “deuda” que pagarán otros, podrá irse a disfrutar sus “rentas” sin la menor preocupación sobre quién responderá a los acreedores. Nada de andar en su búsqueda de meses sin intereses o de saldar las deudas que contrató, ya alguien más lo hará.

No pretendo hacer de lado la responsabilidad de quien contrata deudas y debe legal y honestamente liquidarlas, pero es clara la inmensa distancia en las formas, fondos y consecuencias que enfrentan la mayoría de los mexicanos respecto a unos cuantos que con poder político y económico actúan sin consecuencias al margen de la ley.

Buena parte del futuro de nuestras familias y del país queda en manos del poder Legislativo porque frente a una buena ley no habrá distingos entre quien endeuda a miles y millones irresponsablemente, frente a quien a título personal contrata un pasivo y debe liquidarlo a tiempo.

Todo ello en el centro de procesos electorales, lo que implica un desafío adicional y relevante.
La verdad es que no hace falta que Transparencia Internacional le diga a los mexicanos el resultado de su índice de percepción de corrupción en el mundo. Lo sabemos, lo percibimos, existen elocuentes evidencias de que nuestro sistema es corrupto.

Los mecanismos legislativos aprobados y anunciados pomposamente, no han sido implementados. Falta legislación secundaria e instrumentos precisos para poner en práctica el Sistema Nacional Anticorrupción. Y no parece existir voluntad política suficiente para conseguirlo. ¿Estamos condenados a la corrupción? ¿No seremos capaces de eliminarla, disminuirla, neutralizarla?

Tal vez sea el momento y la hora de los ciudadanos, en que la ciudadanía harta y humillada por una retórica esquizofrénica asuma la responsabilidad de ese control y castigo, del ejercicio de la denuncia, de la exigencia de la persecución jurídica.

En otro tema México tiene millones de personas talentosas. Millones de mexicanas y mexicanos con grandes dotes y talentos en las artes, en las ciencias, en la gestión y en la imaginación.

Millones de mujeres y hombres que además trabajan horas interminables. Todo ese talento y ese trabajo no suma, no se combina para producir una sociedad más habitable, rica y justa. Muchos nos hacemos la misma pregunta: ¿por qué no suman nuestros trabajos y nuestros sudores? ¿por qué, teniendo y haciendo tanto, seguimos atrapados en tanta mugre y tanta miseria? Miseria material y miseria humana.

Violencia trepidante, falta de baños en tantas escuelas, falta extrema de justicia frente a la violación sistemática de los derechos de tantos, falta de miradas que se conmuevan mínimamente frente al sufrimiento grande o pequeño del otro. En mucho lo mismo de siempre.

Los poquitos ricos y poderosos exhibiendo sin recato sus privilegios y atropellando no sólo a los que no tienen sino atropellándose entre ellos mismos todos los días del año. Basura no se recoge, banquetas intransitables, calles llenas de miedo y desorden, incluso en los barrios más “acomodados”.

En medio de todo este tiradero, brillan retacitos impresionantes de luz, alumnos mexicanos que, contra viento y marea, inventan cosas insólitas y ganan premios y concursos internacionales. Difícil no caer rendido frente a ese mundo de tantos prismas y tantas fracturas. Difícil, también, no sufrir y desear, en cada respiro, alguna otra versión, más respirable, de lo mismo.

Somos un rosario de carencias y esperpentos. También somos atisbos de infinitud y fuerza de volcán. Somos el dolor inconmensurable de la madre que no sabe dónde quedó su hija; somos la pasión desmedida por un buen taco al pastor, somos los millones que tejen esperanza desde el hoyo negro de la desesperanza; y somos, también, ese lugar ruidoso de milagros cotidianos y de capacidad para resistir y levantarse.

Somos, sobre todo, un país lleno de niños y jóvenes que enfrentan al futuro como quien se enfrenta a escalar al Everest sin equipo ninguno.

No será fácil salir del atorón en el que estamos metidos, aun si nos lo propusiéramos. Si acaso quiésamos movernos, en realidad de lugar, convendría empezar a atender una tarea clave; construir nuevos referentes de reconocimiento social en los que el esfuerzo y el mérito, y no el origen o el color de la piel, así como la disposición para alcanzar la excelencia (no la mera medicanía) fuera centrales para “hacerla”.

Y recordemos: “Cuando Dios borra es que va a escribir algo”.


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