Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Miguel Angel Yunes Linares, Héctor Yunes Landa y José Francisco Yunes Zorrilla
La otra noche en una reunión con amigos, acabamos hablando del resultado del debate presidencial entre Hillary Clinton y Donald Trump, y es que nunca antes un evento de tal magnitud había causado tanta expectación en México. Ni siquiera el celebrado entre Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Tampoco hay antecedentes sobre las repercusiones negativas que tendría en nuestro país la llegada de un determinado candidato de Estados Unidos.
Algunos de los presentes dijo: Ella ganó la batalla y ganó por mucho. Pero en este momento no sabemos si ganó la guerra. Y aunque los mercados, la bolsa de valores, sitios de apuestas en línea, analistas y la mayoría de las encuestas señalan que Hillary Clinton ganó el debate presidencial con Donald Trump, lo que no sabemos es si su actuación cambiará el rumbo de las elecciones. Y es que los mercados, las bolsas, las encuestas y los analistas en su mayoría no votan en Estados Unidos. Y aunque tratarán de influenciar a los electores en aquellos estados claves que definirán las elecciones, a los electores jóvenes e independientes generalmente no les importa las bolsas ni lo que digan los mercados.
Con esto no quiero decir que Hillary Clinton va a perder en noviembre. La pregunta es si su actuación en el debate asegurará que salgan a votar sus seguidores indecisos el 8 de noviembre.
En ese sentido tiene una gran ventaja ya que, en la vida política estadounidense los demócratas son los grandes operadores con un despliegue electoral que ayudará a movilizar el voto. Donald Trump no cuenta ni remotamente con este despliegue electoral, ni con la recaudación financiera de Hillary Clinton y su equipo, que le permita hacer una campaña de medios sin igual. Pero lo que sí tiene es un gran grupo de electores enojados, entusiastas, dispuestos a apoyar y defender su voto por Donald Trump. Pase lo que pase.
Lo que favorece a Trump es que para muchos electores Clinton representa el odiado status quo.
Para sus seguidores Hillary es la única que puede detener al temible Donald Trump.
Indudablemente Hillary Clinton es la única persona que le ha ganado a Trump en un debate. Pero históricamente, los debates no definen el resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos.
Las elecciones presidenciales ponen un inclemente reflector sobre la sociedad estadounidense.
A la luz de éste, cada imperfección se amplifica. El mundo se sorprende al descubrir betas de racismo e intolerancia, previamente adormecidas (en una de las pocas sociedades industrializadas que ha tenido razonable éxito integrando a minorías), y que repentinamente aparecen, al encontrar en Trump un medio que las cataliza.
Estados Unidos es un país de migrantes donde las vicisitudes padecidas por inmigrantes hispanos fueron previamente sufridas por irlandeses, italianos, chinos y otros. Mucho del desarrollo del país se explica por eso. Como en México, migra quien no se conforma, quien busca progreso, quien tiene agallas, para vencer barreras físicas, culturales y de lenguaje; quien incluso arriesga la vida.
Trump surge en parte como reacción al logro, pues los miembros menos privilegiados de la mayoría blanca (que no será por mucho), sienten que el migrante les quita el pan de la boca y que la élites se quedan con todo el pastel. Resulta interesante la reacción a Trump en México. Desde fuera, vemos claramente la injusticia de su racismo, pues entendemos las condiciones de violencia, marginación y miseria de las que miles de migrantes huyen. Intuimos el riesgo de que una sociedad se deje atrapar por la xenofobia. Reaccionamos con repulsión a la misoginia que el candidato naranja encarna. Vemos la paja en el ojo ajeno, ignorando la viga en el propio.
Pero los debates son esenciales para toda democracia, porque es donde el electorado puede diferenciar los estilos, la capacidad, el conocimiento y sobre todo el temperamento de los candidatos.
Varios “fenómenos” que surgen del “Debate del Siglo” podrían surgir en el proceso electoral en otros países, incluyendo México.
Probablemente uno de los temas que surgió en el debate Hillary vs Trump es el papel que debería de jugar el fact check y la necesidad de los medios de comunicación y analistas de subrayar las mentiras o inconsistencias de las declaraciones de los candidatos.
La lógica es que mientras más mentirosos, inconscientes o ignorantes, menos credibilidad deberían de tener los candidatos.
En estas elecciones sucede al revés, los electores creen en Donald Trump, más allá de que los datos y hechos apoyen sus aseveraciones. Otro fenómeno es el “antiintelectualismo”. Trump presumió que no necesitaba estudiar antes del debate y de hecho se burla de Hillary por dedicarse días a prepararse, lo cual se notó durante su participación por su conocimiento de los temas.
Lo interesante es que Trump piensa que sus seguidores criticarían a Hillary por preparase.
Hillary llamó “deplorables” a los partidarios de Trump, cometiendo un error estratégico, refiriéndose a opiniones extremas y alarmantes en parte de la sociedad.
Según el New York Times, Hillary Clinton tiene 70% de probabilidades de ser presidenta de Estados Unidos, las casas de apuesta la favorecen, al igual que los mercados y la paridad del peso-dólar.
La pregunta es cómo votarán en Florida, Ohio y Pensilvania.