Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Héctor Yunes Landa, Pepe Yunes Zorrilla y Américo Zúñiga Martínez
Una vez hace años, fui a las carreras de caballos y se me acababa el tiempo para colocar mi apuesta, tomé el programa y elegí a los caballos que llegarían en primero, segundo y tercer lugar, en eso a lo que llaman una trifecta. Apenas logré meter la apuesta a tiempo, y para mi enorme gusto y sorpresa, minutos más tarde fue exactamente ese el resultado.
Diría que me sorprendí, pero no tanto, pues mi padre me había enseñado a leer el programa de una carrera. Sentí cierto orgullo y satisfacción. La sorpresa llegó más tarde, cuando después de cobrar, me di cuenta de que hice mi selección viendo los datos de la carrera equivocada.
Debo decir que tratándose de pronósticos, muchas veces ocurre lo mismo. Uno acaba estando acertado porque ciertos eventos se alinean. Las variables a analizar son demasiadas, y siempre puede ocurrir lo inesperado.
Por ello, abundan los chistes sobre los pronósticos de los analistas políticos. Estoy convencido, sin embargo, de que lo más importante de pronosticar es buscar explicar causalidad, qué evento puede ocasionar qué efecto.
2016 será, en mi opinión, un año difícil. De acuerdo con información proveniente del altiplano, el CEN del PRI evaluó a los aspirantes a ser postulados como candidatos a la gubernatura de dos años, a la luz de los criterios establecidos por el jefe nato del partido, Enrique Peña Nieto, entre los cuales destacan: competitividad en las encuestas, honestidad y fama pública positiva.
El 2016, año electoral que definirá el posicionamiento de los partidos políticos rumbo a la elección de 2018.
Los gobernadores como nunca antes son hoy piezas fundamentales del sistema político.
Ellos proponen candidatos al Congreso de la Unión, manejan con autonomía sus presupuestos, toman acuerdos a nivel local con las fracciones parlamentarias de sus Congresos, muchas veces controlan a la prensa, forman a sus cuadros, deciden sobre el desarrollo de sus entidades, su infraestructura y sus servicios, tienen ascendencia sobre el Poder Judicial.
Por eso los resultados de 2016 son la antesala de 2018, pues el control de las entidades federativas es crucial para enfrentar con éxito una campaña presidencial en las actuales condiciones.
Es una escenario probable, si la dirigencia real y formal del PRI a nivel nacional logra sentar a las partes y caminar juntos en torno a un método de selección de candidatos donde nadie pueda decirse robado, la continuidad de ese partido en el gobierno de la entidad estaría garantizada.
Sin embargo, de continuar, la polarización de corrientes y llevar un proceso interno desaseado, la fractura interna podría estar a la vuelta de la esquina, con posibilidades reales de derrota para ese partido.
Lo que deben tener muy claro los jerarcas del priísmo veracruzano es que si algo ha demostrado el presidente de la República Peña Nieto en su estilo personal de ejercer la toma de decisiones es su apego al pragmatismo, que le garantice el triunfo en las urnas o la mayor eficacia en la operación política, por encima de afectos y lazos consanguíneos.
Al interior del PRI en Veracruz hay corrientes bien definidas en pos de la candidatura al gobierno de dos años a ocupar la silla que detenta actualmente el gobernador Javier Duarte de Ochoa.
En otro tema México cierra el año con un regusto amorgosito y cansado. Cansado de quererse tan poco y cansado de tener tan pocos motivos para quererse más. Amorgosito porque está enojado, pero sobre todo, porque ha perdido cualquier género de fé sobre la posibilidad de ser y hacerlo mejor.
La herida asociada a la rotura de la idea de México supura por doquier.
Andamos como perro sin dueño, huerfanitos todos frente a la ausencia de respuestas plausibles a la pregunta de por qué, parafraseando a Heidegger, México en lugar de no-México.
El inicio de un nuevo año pudiera ser un buen momento para dejar de esquivar el elefante en medio de la sala y entrarle al meollo del asunto. Sin alguna idea renovada sobre de qué se trata México y porqué tendría que seguir existiendo, seguiremos chapoteando en el ácido del cinismo y yendo a ninguna parte.
A cometer la tarea de re-inventarnos resulta vital. Nos va, literalmente la vida colectiva en ello. Convendría entrarle.
Re-imaginar una narrativa identitaria que tenga algún correlato con la realidad y que comporte tracción emocional para tantos y tan distintos pobladores de estas tierras no parece fácil.
No lo parece dados los vientos globalizadores e hiper-individualistas que recorren el planeta No parece fácil, sobre todo, dadas nuestras abismales diferencias y esa mezcla corrosiva de cinismo, desesperanza y enojo que ha venido instalándose entre nosotros como acto reflejo frente a la posibilidad misma de una idea de México distinta a ese amasijo horroroso hecho de nudos de violencia y corrupción.
La visión identitaria construida a finales de la revolución mexicana que nos dio piso común durante muchas décadas está quebrada. Queda poco o nada de aquello. Algo de folklore, algo de colores despintados, héroes maltrechos, poco más. Una narrativa sin resonancia alguna, pura pedacería sin brújula o armazón.
Deseo otra cosa para los niños y jóvenes que hoy deambulan en México; otra muy distinta, para todos nosotros. Necesitamos inventar un piso compartido nuevo, un horizonte que nos de esperanza y le dé algún sentido vital a esto de existir en común.
Tenemos incontables razones para seguir dando tumbos. Sería hora, sin embargo, de diseñar un abrazo para abrazarnos de forma distinta.
Hay mucho material para ese invento necesario. Falta sólo proponérnoslo.