Con solidaridad y respeto a Miguel Ángel Yunes Linares, Héctor Yunes Landa y José Francisco Yunes Zorrilla
Francisco Cabral Bravo
Malo, triste y a la deriva. No andamos bien, no va bien la República, nada bien. Las cosas individuales de cada quien podrán ir peor o mejor, pero las cosas de todos (República) van de tumbo en tumbo y, en muchos sentidos, de mal en peor. Políticos y autoridades que no convocan a la ciudanía a nada que no sea la suma, la indignación y/o la descalificación. Organizaciones civiles cuya desconfianza recíproca sólo consigue que sus acciones, lejos de sumar, terminen profundizando sospechas y diferencias.
Ciudadanos que no se respetan unos a otros y que no se reconocen como parte de nada que le den sentido o rumbo a sus afanes individuales o de grupo. La pobreza de las respuestas públicas tanto gubernamentales como sociales, frente a los muy considerables riesgos que entraña la llegada a la presidencia de los Estados Unidos de un hombre para quien atacar a México y a los mexicanos, constituye una pieza clave para conectar con los votantes que lo llevaron al poder habla también, sin embargo, de una sociedad que más que diversa pareciera rota. El presidente Peña Nieto recibió a deportados de Estados Unidos dándoles la bienvenida y diciéndoles que México es una tierra de oportunidades. Esta frase, en ese contexto en particular, refleja los claroscuros que tiene este país. Pero para los migrantes deportados ese día, la frase quizás resultó sínica o por lo menos irónica. Salieron de México porque precisamente este país no les dio las oportunidades para tener una vida mejor. Migraron arriesgando su vida, en algunos casos, en búsqueda de mejores condiciones. Decirles que los recibimos, los recibimos con los brazos abiertos en esta tierra de oportunidades, no ha cambiado su deseo de regresar a Estados Unidos.
Enviamos al exterior gente en edad productiva. Estamos expulsando talento y mano de obra, pero esperando que envíen parte de los recursos que generan allá. A las remesas les damos continuo seguimiento y análisis. Entre 1945 y 2016 recibimos 417,785 millones de dólares en remesas. Desde 2015, recibimos más dólares por este concepto que por exportación de petróleo. Ante la amenaza actual contra los migrantes mexicanos los consulados han activado diversos mecanismos de apoyo y defensa. Pero ante todo este apoyo, no hay que perder de vista una realidad: la mayoría de los mexicanos en Estado Unidos no quieren regresar a México.
El canciller Luis Videgaray lo dijo en una entrevista con Carlos Loret de Mola y la información coincide con la expresada en diversos foros que se han hecho con migrantes. Hay un reclamo notorio. Algunos padres están dispuestos a regresar, pero no quieren que sus hijos regresen. Los migrantes no ven las oportunidades que el presidente Peña Nieto les menciona.
Algo tenemos que agradecerle a Trump. Nos ha obligado a vernos en el espejo. No está obligando a darnos cuenta de que las oportunidades que México tiene no se las da a todos por igual. Nos está obligando a ver nuestra realidad educativa, económica, migratoria, de seguridad y social. Ojalá no nos tapemos los ojos.
La principal amenaza a México está en casa.
Tenemos un gobierno debilitado por mano propia. La corrupción a todos los niveles e impunidad flagrante le quitan toda credibilidad.
¿Qué queda? Queda mostrar que sí aspiramos a ser un país serio. Dejemos de hacer tan fácil el ataque de quienes nos hacen ver como el país de instituciones frágiles, plagado de corrupción y profundamente desigualdad, terreno fértil para malos “Hombres” y organizaciones criminales.
A todos los políticos y presidentes de partidos políticos que de repente están indignados por lo que les pasa a nuestros migrantes, como si no llevara décadas pasándoles lo mismo, les recuerdo que nada pueden hacer al norte del Rio Bravo, pero que sí podrían empezar por poner la casa en orden.
Quizá la delicada situación logre galvanizar a los diferentes jugadores cuya interacción requerimos para finalmente entrarle al tema de corrupción. Unos de los elementos que más credibilidad nos daría sería, además de fortalecer el incipiente Sistema Nacional Anticorrupción, adoptar legislación paralela Foreign Corrupt Practices Act estadounidense en México.
¿Podríamos dar jurisdicción a cortes estadounidenses en casos donde se compita con empresas internacionales sujetas al FCPA en Estados Unidos?
En un país donde la “mordida” es el modus operandi, y hasta los sindicatos extorsionan exigiéndola, ganaríamos mucho al incrementar dramáticamente el costo de corromper, incluso corriendo el riesgo de demandas internacionales.
Ojalá el equipo de Peña Nieto entienda que si no meten a la cárcel a exgobernadores y gobernadores corruptos, incrementan exponencialmente la probabilidad de ser ellos quienes acaben tras las rejas el próximo sexenio. Vean lo que está pasando en otros países, y pongan sus barbas a remojar.
Y cambiando de página, en la recta final del sexenio, el presidente Peña Nieto no ha cumplido su compromiso de campaña de “promover la eliminación de 100 diputados federales” electos por el principio de representación proporcional. Y en estos momentos en que se habla de reducir los montos de reducir los montos de recursos a los partidos políticos, sería bueno que iniciara la discusión de cómo hacer un Congreso menos obeso y quizá más funcional. El perredista Miguel Alonso Raya recuerda que Guadalupe Acosta, del Grupo Galileo presentó en abril del 2016 una iniciativa para que se reduzcan a 96 los senadores y 300 los diputados, pero que estos últimos sean todos de representación proporcional. La forma de elección sería por medio de una lista, y de acuerdo con el porcentaje obtenido por cada partido político se otorgarían las curules, como se hizo en la elección de la Asamblea Constituyente y como eligen en España.
De esta forma se eliminaría la elección de diputados por distrito electoral y a través de cinco circunscripciones regionales, en su lugar habría registro de planillas de candidatos y llegaría a la Cámara el número de diputados proporcional a la votación obtenida por cada partido.
Así se evitaría la sobrerepresentación que en 2015 llevó al PRI, junto con el PVEM, a obtener el 50 por ciento de las curules cuando el tricolor sólo tuvo el 29.5 de los sufragios.
De esta forma, los partidos chiquitos que logran su representación, principalmente por los plurinominales, perderían menos curules, aunque debemos preguntarnos si vale la pena gastar tanto en ellos cuando tienen tan poco reconocimiento ciudadano.
Y respecto al Senado, Miguel Alonso Raya explica que los tres de cada entidad serían electos de acuerdo con la votación que tuvieran, sin dar dos a un solo partido político como se hace ahora.
Esto devolvería al Senado su representatividad que se perdió con los 32 de representación proporcional.
Por lo anterior, si hay voluntad política, el gobierno y los partidos políticos podrían avanzar para que la llamada democracia cueste menos y la sociedad vuelva a creer en ellos.
Otro punto que sería fundamental es aprobar los gobiernos de coalición, para dar gobernabilidad al país, sobre todo si tomamos en cuenta que la votación real que obtuvieron los últimos presidentes descontando el abstencionismo, fue menor al 30 por ciento.
Ernesto Zedillo obtuvo el triunfo con 37 por ciento del voto ciudadano, Vicente Fox, con 27.2 por ciento, Felipe Calderón tan sólo 21 por ciento y por Enrique Peña Nieto votaron 20.93 por ciento.