Con solidaridad y respeto a Miguel Angel Yunes Linares, Héctor Yunes Landa y Pepe Yunes Zorrilla
Francisco Cabral Bravo
En las pasadas elecciones estuvieron en disputa 12 gubernaturas. El PAN obtuvo la victoria en 7 estados y el PRI en los 5 restantes.
Cuatro son las reflexiones que en principio podrían hacerse:
1) En varios estados donde se disputó la gubernatura, el hartazgo ciudadano para con los gobernadores que, cuales virreyes y señores feudales hacían y deshacían al margen de la ley, llevó a que un tema central de algunos candidatos fuera a meter a gobernadores salientes a la cárcel. Esto empeoró, no puede ser suficiente, los nuevos gobernadores deben acatar la exigencia ciudadana de cumplir y hacer cumplir la ley en todo momento y en todo lugar.
Un primer mensaje por parte de los electores fue su confianza en las instituciones y los mecanismos democráticos para elegir a sus gobernantes. Una vez más, ante las voces que presagiaban tragedias y violencia en la jornada electoral o que candidatos independientes arrasarían con estas elecciones, se impuso el ímpetu ciudadano de la participación cívica.
2) Otro mensaje importante, fue el relacionado con la transparencia en el ejercicio de los recursos públicos. Los gobernadores entrantes deberán, desde el primer día, involucrar a la ciudadanía en el ejercicio del presupuesto estatal, implementando presupuestos participativos y garantizando la transparencia y la rendición de cuentas.
El electorado dejó en claro que la filiación o afinidad ha adquirido otro significado, más pragmático que ideológico.
3) Se ha hablado ampliamente sobre la magnitud del voto de castigo en las pasadas elecciones. Los gobernantes entrantes deben asumir, sin demérito de sus capacidades y talentos que parte de la legitimidad con la que inician sus administraciones proviene de electores que no necesariamente estaban convencidos por sus ofertas de campaña, sino que más bien estaban hartos del anterior.
4) Finalmente, en el nuevo mapa electoral, los estados gobernados por el PAN serán el principal contrapeso del gobierno federal.
Los resultados de las elecciones pasadas representaron un terremoto al interior del PRI. Lo logrado por el gobierno de Peña Nieto a través de las reformas y la operación política a nivel nacional, fue destrozado por gobernadores corruptos y abusivos sin control alguno. Una vez más, el error más grave de la transición democrática mexicana terminó por derrumbar los logros reformistas de la administración priista.
La fuerza de los gobernadores, su poder económico y político, la falta de contrapeso y la impunidad producto de la ausencia de mecanismos para la rendición de cuentas, ha hecho de estos personajes elementos incontrolables con un poder mayor que el propio presidente de la República, ni siquiera un político experimentado como Manlio Fabio Beltrones fue capaz de contener desde la dirigencia priista a estos virreyes que paradójicamente fueron incapaces de garantizar el triunfo electoral para los candidatos de su partido. La voracidad de los gobernadores acabó con la gallina de los huevos de oro, e hizo, recordar a los electores el viejo sistema priista autoritario y corrupto.
Hoy, la nueva dirigencia encabezada por un hombre joven como Enrique Ochoa Reza, junto con el gobierno federal, deberán amarrarle las manos a los gobernadores en todos los sentidos así como a los delegados estatales del partido cuyos intereses no son siempre los mismos que de la cúpula partidaria. Y si bien es cierto que estos excesos se dieron también en mandatarios panistas y perredistas, el hecho de que haya existido tolerancia hacia los priistas por parte de un presidente tricolor, daña enormemente la imagen del partido para el 2018. Es hora del pragmatismo y de difíciles decisiones.
Antes de empezar a hablar sobre 2018, el PAN debe reflexionar sobre las responsabilidades adquiridas después de la jornada electoral. Antes de las elecciones, el PAN gobernaba (tomando en cuenta algunas alianzas con el PRD) al 17.5% de la población. Después de las elecciones pasadas, el PAN gobernará al 31.4% de la población.
Esta es una nueva responsabilidad adquirida que debe ser entendida como una oportunidad para ser eficientes las acciones en todos los ámbitos de gobierno, como una ocasión de colaboración, de trabajo conjunto en una relación de respeto mutuo, pero sobre todo de corresponsabilidad ante los millones de mexicanos que expresaron su preferencia por la democracia, por la legalidad y por la institucionalidad, porque sólo dentro de las instituciones democráticas podremos darle el rumbo adecuado a la pluralidad política que caracteriza a nuestro país. En 2018 enfrentará el PRI a dos realidades difíciles de conciliar ante una ciudadanía que tendrá varias opciones para votar. Una, la de las reformas, de los éxitos ante las resistencias a los cambios y los avances logrados en la actual administración, y la otra, la de la corrupción y la impunidad de gobernadores que una vez más se pitorrearon del Estado de derecho y el poder presidencial para enriquecerse y generar proyectos de poder más allá de lo legalmente permitido.